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PARA MARISCOS, CON EL CHATO DE LA REVOLUCIÓN!!!

CRONICA DEL LIC. JOSE ALFREDO BANDALA ALMEYDA

     Macario Vidal Ramírez (1936-2014)

     Si algún choapense dijera  "vamos a comer ostiones en su concha con el sr Macario", casi nadie supiera que se trataba del popular Chato, quien desde hace más de 50 años puso la coctelería más famosa del barrio de campo nuevo. En la calle Revolución, justo frente al mercadito.

     El sr. Macario, nace en la cd de Jáltipan, Ver. un 20 de Marzo de 1936 y fallece en nuestra ciudad un 19 de Enero del año 2014, a la edad de 78 años.

     Era el año de 1956 cuando un joven de escasos 20 años de edad, a invitación de unos tíos llega a nuestra ciudad en busca de una mejor vida , se escuchaba en toda la región de que en Las Choapas ya había mucho movimiento de trabajo por el boom petrolero.

     Deja su natal Jaltipán dónde se dedicaba a las labores del campo y llega ayudando a sus tíos que tenían un puesto de venta de frutas, verduras , aguas frescas y la famosa horchata de arroz.

     Pasaron unos años y un día , uno de sus clientes , al estar saboreando esa rica bebida y soportar un calor de más de 40 grados le dice en son de broma: " Que bien caerían unas chelitas buen frías acompañadas de unos mariscos para este calorón" idea que a la siguiente semana el chato aterrizó y desde 1960 montó su negocio de mariscos en una de las principales calles de las choapas, en la Revolución.






     Vidal Ramírez, se movió, consiguió un préstamo y se fue a Sánchez Magallanes, a la barra de Santana  a contactar proveedores de mariscos  y fue así como durante muchos años , semana tras semana, llegaba una camioneta cargada de camarón, jaiba y pulpo. El ostión en su concha , que fue el atractivo principal de este negocio, se lo surtía un viejito llamado Jacinto quien también iba desde la barra de Santana.

     El menú de la coctelería del chato no era muy variado pero si el necesario para captar el gusto de la sociedad choapense. Lo que más pedían eran las ostiones en su concha, cócteles de camarón, jaiba y pulpo o el tradicional vuelve a la vida. Para tomar, era la tradicional horchata de arroz, cervezas y refrescos embotellados.

     El chato tuvo como esposa a la Sra. Emilia Santos Aguirre y tuvieron 6 hijos: Ana María, Raúl, Sandra, Yolanda, Jorge y Yanet. Es su hija Yolanda quien se hizo cargo del negocio atendiendo con el mismo esmero, calidad y calidez que su padre sin variar el sazón .

     El chato siempre decía que lo más importante de un negocio es que los clientes de vayan satisfechos para que regresen y es por ello que siempre trató de cuidar calidad , cantidad en sus cócteles además de precios accesibles, así que cuando los proveedores de Santana le quisieron incrementar los precios, tuvo que ir a comprar a Coatzacoalcos.

     Quienes tuvimos la suerte de tratar con el chato, siempre atendía con amabilidad. Recuerdo a la perfección el estilo único para abrir las conchas de las ostiones, lo hacía con una calma que hacía te las saborearas al doble . Ya me había comido la mitad de la docena y le decía que me diera otra para para que cuando me la terminará él ya las tuviera listas, lento pero efectivo.

     No había petrolero que no supiera del chato y no faltaban los días de catorcena. Personalidades de la política, gente del magisterio, comercios, petroleros desfilaban día tras día por ese negocio. Cuántas veces no vimos a Onésimo Escobar Gómez con su séquito de acompañantes, al Kliper Miguel Becerril Fernández, Nachón, Miguel Figueroa, chilo puñales, Fernando Guzmán Esteva, chato Prados, coneja de los Santos, la rubia, Macario, Enrique Ramos Vera alias el sambo, a su hermano Chero Mayo, al flaco Márquez, hermano de la panga, sentaditos en esas bancas de madera degustar las delicias del chato.

     Los días de mayor venta eran miércoles y domingo, o días de catorcena. Y por época del año, en semana santa y fin de año.

     Era común que muchos jóvenes que jugaban en domingo fútbol en el Olmeca o la cancha anexa, después de disputar sus partidos , terminaran con el chato festejando.

     Pero, sin falta, los chavitos de esa época , vecinos del chato, nunca dejaban de visitarlo pues ahí era el punto de reunión para pasar un buen rato de convivencia. Recordamos como uno a uno iban llegando como a Alejandro Olán Ramos, la beba; Eduardo Ramos Cházaro, el buchaca; Héctor Abel Alfonsín, hermano de Yiya; Ciro Reyes, el pochitoque; Ciro el negro, Yeyo, Artemio el paletero, Lalo Vidal, Chico pancho, Zenón, Juan y Amado Guin así como a Caeco.

     El chato, con su excelente carácter y forma de ser, se ganó el cariño de quienes lo conocíamos . Parecía político en campaña cuando estaba en su negocio, pues, brazos le faltaban para saludar a tanta gente que desde sus carros o la banqueta decefrente le gustaban: " chatoooooooo".

     Nunca tuvo necesidad de poner una promoción para atraer a sus clientes. La garantía de su negocio era su personalidad, sencillez, gran humildad aunado a la calidad y precio de lo que vendía.

     Sus grandes amigos lo fueron Don Abel Zapien, el yuca Genaro que vendía tacos de cochinita pibil en el mercadito y Don Roberto Pestaña, además del sr que vendía paños y atarraya para pescar.

     Esa coctelería estaba abierta todos los días de la semana, no había descanso y solo así pudo sacar adelante a una familia numerosa, hoy, sus hijos, son gente de provecho , gente de bien como su padre.

    La venta de cerveza estabs permitida en su negocio porque se lleva bien con el marisco . Nunca faltaba quien invitara al chato a "quitarse el calor con unas frías" y lo hacía seguido con don José el carnicero, don chendo, con Aurelio el poblano . A tanto insistir por parte de su familia, dejó de tomar y buscó la palabra de Dios. Se bautizó Por el templo adventista del séptimo día y su vida familiar fue más feliz.

     Un día, el chato decidió vender en su negocio las típicas planillas de esa época que llenaban con figuritas . Muchos niños, estaban a una figura de llenar la plana y llegaban acompañados de sus papás para pedirle que les " vendiera en lo que fuera($)" la figura que les hacía falta a lo que el chato jamás se prestó. Les decía que la suerte es la suerte , que no se desesperaran, que estaban a punto de que les saliera.

     Estos niños crecieron, se casaron y algunos se fueron de las choapas. Cada que regresan a  su terruño, iban a visitar al chato y agradecerles esa lección de vida que siempre les enseñó, a no hacer trampas.

     Esta es la historia de vida de nuestro amigo el chato, a quien le hacemos un reconocimiento público por haber servido por muchos años a la sociedad choapense.

ATENTAMENTE

LIC. JOSÉ ALFREDO BANDALA ALMEIDA

Agradezco la colaboración de Eduardo Ramos Cházaro, el famoso buchaca .

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